El anciano hechicero

el anciano hechicero

ERASE UNA VEZ:

Un anciano, de quien se rumoreaba que era un hechicero, vivía en una cueva a las afueras de un pequeño bosque en el medio de una agitada ciudad, el viejo había habitado allí por al menos 300 años y con su larga barba blanca y su caminar despacio había presenciado cada cambio de la humanidad.

Era un ermitaño, le gustaba su soledad y no era muy hablador, aun así a mi siempre me saludaba, y a mi me agradaba conversar con él cuando nos conseguíamos en los abastos de la ciudad.  Digamos que yo era el típico joven que no le gustan las discriminaciones y a pesar del rechazo de las demás personas, yo siempre era amable con él. 

Recuerdo la tarde en la que me habló y me pidió encarecidamente que me tomara un té con él, accedí porque sentía que lo conocía bien. También porque mi madre me pidió que no me acercara mucho y me encantaba hacerla enojar. 

Esa tarde hablamos de cosas interesantes, me contó detalles históricos que no olvidaré jamás pero,

LO QUE MAS ME IMPACTO FUE CUANDO ME DIJO: 

       -Lionel, necesito regalarte mi inmortalidad ¿Me la aceptas? – 

Yo ya había escuchado que el anciano era un hechicero, aun así, quede pasmado con sus palabras. Parecía hablar en serio y me lo confirmó cuando entre lágrimas me confesó que estaba harto de vivir y deseaba descansar. 

Recuerdo que en ese instante todo comenzó a hacer oscuro dentro de la casa, una brisa fría me recorrió el cuerpo y me debilitó por completo, trate de levantarme pero, algo pesado me retenía, también trate de gritar pero tampoco pude. 

EL ANCIANO SE LEVANTÓ CON CALMA Y ME DIJO:

– Tranquilo Lio, estarás bien.  Además te liberaré de la mala relación que llevas con tu madre… los he visto pelear. –

Mientras hablaba yo intentaba con todas mis fuerzas escapar y él con su peculiar caminar pausado se acercaba a mi con un cáliz, del cual me hizo beber una poción amarga. Un torbellino de viento me absorbió enseguida, con una fuerza estremecedora, frío, de pronto escuché al viejo decir

– Lo siento, Lionel – a la vez que su voz se desvanecía y su cuerpo se convertía en cenizas. 

El control de mi cuerpo volvió, y todo alrededor parecía normal, corrí a mi casa con el corazón agitado y con las manos sudorosas para contar lo que me sucedió…

Cuando abrí la puerta no había nada, las cosas de mi madre habían desaparecido, sus fotos, su ropa, ella, su esencia, era como si se hubiese esfumado su existencia de la historia.

Ese día entendí mi maldición y no hay un momento en que no piense en regresar el tiempo para tenerla de vuelta. 

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